7 mar 2013

Neiva cuna de la revolución de los comunes


Por: Camilo Francisco Salas Ortiz
Presidente Academia Huilense de Historia
Texto tomado de la REVISTA HUILA:
Órgano de la Academia Huilense de Historia
Volumen 14 No. 63 Enero - Junio de 2012
Neiva: La Academia 2012


COMUNEROS DE NEIVA.

Según Rodrigo Silva Vargas, en la Historia General del Huila (1996), el movimiento se origina, en estas tierras, de manera autónoma, por la influencia política que recibía del sur del país, en virtud de las relaciones comerciales que sostenía la provincia de Neiva con Popayán, Pasto y Quito.
Paisajes del Huila
Imagenes de César A. Rincón Gonzalez

Silva Vargas narra así los orígenes de la revolución comunera:
“Por toda la comarca se había esparcido la noticia del éxito alcanzado por el cacique Tupac Amaru frente a los españoles en el Perú y su influencia en las gentes del común de la provincia del Socorro, que ya marchaban con ejércitos hacia Santafé. Tales movimientos impulsaron el espíritu de quien, por herencia, todo lo tenía perdido y mucho por ganar, empezando por la reivindicación de su estirpe: Pedro León Perdomo Blanco, descendiente de Juan Ascencio Perdomo y afectado por el ostracismo al que habían condenado a todos los de su apellido.

“Como se verá más adelante, las condiciones sociales estaban dadas: un buen número de desempleados tras la entrega de la hacienda Villavieja que terminó arrendada en algunos hatos y vendida a favoritos en otros; el aumento exagerado de los impuestos, la creación de nuevos estanquillos, y las tarifas que en Neiva se cobraban a precio superior frente a las demás provincias. Perdomo encontró el terreno abonado para emprender una campaña que se fue extendiendo “entre toda la gente del común, que unos a otros se van avisando, como el carbón cuando se va prendiendo, y penándose unos a otros con la pena de la horca”.
Paisajes del Huila
Imagenes de César A. Rincón Gonzalez

“Como el último inca, Perdomo empieza su movimiento con las indiadas de la región, que están descontentas por los estanquillos recién creados (1780) en Aipe, Villavieja, Fortalecillas, Piravante o El Volcán (Campoalegre) y Otás, dependientes de una fábrica, y en el sur con otra que surtía los de Naranjal, La Jagua, Valle de Suaza, Laboyos (Pitalito), Pital, La Honda (Gigante), Potrerillos, Paso de la Guaira (Tarqui) y Tambo del Salero (Paicol). Tales sitios eran asentamientos indígenas.
“El Cabildo de Neiva había informado a Santafé que la situación podía empeorar si no se detenía la voracidad de los administradores de estancos, pues la libra de tabaco se estaba vendiendo a cuatro reales y la limeta de aguardiente a tres, cuando el precio oficial para los dos géneros, en ambos casos, era de dos reales. De ese descontento popular fue pregonero Pedro León, quien recorrió arengando a las indiadas de Aipe y Villavieja”. (Silva Vargas, 1996).

Caldeados los ánimos, el plan de Pedro León Perdomo apuntaba a pedir cabildo abierto para presionar la entrega de los estancos y apoderarse de ellos. Sin embargo, no fue posible llevarlo a cabo porque en El Caguán se organizó un tumulto el 1º de junio de 1781, el cual concluyó con el saqueo del tabaco y el aguardiente existente. Del mismo modo, el 14 de junio del mismo año, tras la procesión del Corpus Christi en Aipe, las gentes del común, encabezadas por Pascual Castañeda, derramaron el aguardiente y repartieron 25 arrobas de tabaco sustraídas del estanco. El 16 sucedió igual cosa en Villavieja, bajo el liderazgo de Toribio Zapata y Gerardo Cardozo. El 18 el fenómeno se repite en Fortalecillas, en donde quebraron las botijas vacías de aguardiente, y el 19 los rebeldes llegan a Neiva, en donde concluyen así los sucesos.

Carreteras y paisajes del Huila
Imagenes de César A. Rincón Gonzalez

En narración de Silva Vargas:

“La mayoría del tumulto era de mujeres del barrio Cantarranas, que se apresuraron a romper el botijambre. Los capitanejos no venían con propósitos de tomar el poder o causar muertes, pues el solo arsenal es más que diciente: dos lanzas, una escopeta, una garrocha y un sable. Es decir, solo cinco hombres armados, que bastaron para asustar a los acompañantes de Fernández (el Gobernador) a quienes se habían sumado Páez, Mora y un hermano, Antonio Pérez, el párroco Clemente de San Javier y un criado del Gobernador.

“Policarpo ordena el inmediato retiro del tumulto, lo que a medias obedecen las mujeres y    algunos hombres, que se localizan detrás de la iglesia, próxima al estanco. Quienes están armados siguen en sus puestos, en línea hombro con hombro. Gobernador y Alcalde hacen reiterados llamados a rendir las armas pero la respuesta es siempre la misma: “Tenemos orden de su Sacre Real Majestad de arriba, y lo mandado, mandado está”. El estribillo, citado por Perdomo en la carta ya comentada, se refería a Tupac Amaru, según versiones de Alvira, Cuenca y Páez miembros del Cabildo.

“Ante el desacato el Alcalde sale buscando apoyo de los custodios del tabaco, pero al hacerlo es agredido con una lanza “que le hirió la capa”, exasperándose aún más el militar Fernández que llegó hasta muy cerca de los hombres armados, intimidándoles rendición con epítetos como “perros y pícaros”. En su osadía recibe un lanzazo sobre el costado derecho, cayendo de inmediato y expirando en pocos minutos. Los capitanes arremeten contra las autoridades y Alvira se salva de otro lanzazo, mientras Cuenca evade un sablazo “gracias a que encogió la barriga” y a una intervención de Pérez. Páez y el cura huyen a esconderse, mientras el criado de Fernández arremete con un trabuco pero es herido en un brazo.
Rios del Huila
Imagenes de César A. Rincón Gonzalez

“Aparece el encargado de las rentas de tabaco, Pedro López Carballo y dispara escopeta y pistola contra Toribio Zapata y Gerardo Cardozo, matándolos de inmediato. El populacho se lanza en estampida, huyendo, y los propósitos revolucionarios se ahogan”, (Silva Vargas, 1996).

Más, la cosa no terminó ahí a pesar de lo sucedido y de las medidas que se tomaron para conjurar la revuelta. Existen testimonios de que Pedro León Perdomo continuó, por algún tiempo, en sus propósitos de levantar a los trabajadores de las haciendas contra los estancos y contra los europeos. Mientras tanto, la provincia  y la ciudad seguían su marcha con la aplicación de las reformas Borbónicas hasta cuando se grita independencia por parte de quienes las habían impulsado. 


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